En Gato blanco, gato negro, Susana Olaondo recurre al tema de las sombras para jugar y enfrentar los miedos que éstas generan en los niños. Dos gatos, uno blanco y uno negro, se encuentran de forma abrupta. El blanco se siente feliz porque cree que ha encontrado su sombra. Sin embargo, esa felicidad le dura poco, porque Ramiro, el gato negro, es otro gato y no su sombra. Ambos felinos se embarcan en esta historia de amistad y diversión, haciendo cosa de gatos. Ah, y por supuesto que sobre el final hay una persecución, porque donde hay gatos no pueden faltar ratones.
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